martes, 21 de mayo de 2013

Amparo, mi amparo.


La historia oficial diría algo así como que Amparo Gómez Navarro nació en Teruel, el 21 de mayo de 1948, que es hija de Feliciano y Felicidad, que tiene dos hermanos mayores,  Antonio y Valentín. Que en 1971 contrajo matrimonio con Miguel Martín, y que fruto de la consumación del mismo nacieron dos hijas: Isabel y Carmen. También diría que  tiene dos nietos, Adrià y Andreu, y que ha trabajado toda su vida en el sector textil, quizás en algún apartado pondría que es una “roja”, y no añadiría mucho más, no diría que después de una vida entera trabajada tiene que regalarle un mes más de su esfuerzo a Rajoy, hay que joderse!.

La no oficial dice muchas cosas más, dice que Amparo, mi amparo, lleva toda su vida luchando con la cabeza bien alta, que nunca ha dejado de creer que el mundo puede ser un lugar mejor, y eso es mucho, casi todo. Que lo que tiene es menos de lo que merece, que es poco y que está dispuesta a compartirlo siempre. También dice que es una gran contadora de cuentos e historias, que ve lo que a los demás nos pasa inadvertido, que es una gran madre de mujeres buenas, que sabe disfrutar y hacer disfrutar a los demás con las pequeñas cosas, y reírse del mundo como nadie. Que todo el que la conoce la quiere, que es una gran mujer y que hace el mejor conejo escabechado del mundo (el famoso conejo de la Amparo!).

Y luego está mi historia…la de una relación de sueños compartidos, de cariño a raudales y de momentos de esos que se quedan dentro, para agarrarnos a ellos cuando todo va mal. Amparo es mi serenidad, es mi casa, su voz y sus consejos me han salvado muchas veces. Me gusta cuando me cuenta sus historias, y le brillan los ojos, y mueve las manos para explicar la evidencia. Estoy prendada de su bondad, de esa capacidad para tener la puerta abierta siempre, de su sentido común, de su filosofía de vida. Cuando la veo, en las manifestaciones, más cargada de razón que nadie para protestar, pasearse frente a los malos con toda la dignidad del mundo a sus espaldas, pienso que hemos ganado. A veces la miro de lejos, y me gusta verla, sonriendo, mirando a Isabel, con una ternura infinita. Si tuviera que elegir parecerme a alguien elegiría parecerme a ella, saber reírme compartiendo una botella de vino como lo hace ella, poner por delante de todo la amistad y el amor. Relativizar la verdad que nos venden, y no creerse nunca los trucos de los malos.

Nos quedan muchas botellas de vino con las que brindar, muchos abrazos por darnos, muchas batallas que ganar... Cuanto te quiero, Amparo!. Felicidades.